viernes, 11 de octubre de 2013

“Ni son todos los que están, ni están todos los que son”.



A mi nunca me han gustado los extremos ni mucho menos los extremistas, sencillamente no les tengo confianza porque a la larga o a la corta muchos nos decepcionan. Hace tres años murió mi padre y el vacío que dejó en mi vida fue tan grande que aún no he podido reponerme emocionalmente. Mi padre fue a veces un poco dogmático e inclaudicable con sus principio, fue lo que se dice un revolucionario de pura cepa, de verdad, alguien que siempre amó a la revolución incondicionalmente y como solía decirme “entre la Revolución y yo no cabe ni una hoja de papel”. Con él era difícil discutir sobre política y no había espacio para críticas cuando se trataba de Cuba. A pesar de la pizca de dogmatismo de la que algunas veces padecía, fue no solo un verdadero revolucionario sino también un Militante del Partido en mayúscula.
Como él siempre tenía su verdad, cuando teníamos discusiones sobre política y en algún momento le faltaban los argumentos, terminaba siempre con su típica frase concluyente: “para tú discutir conmigo sobre política lo primero que debes hacer es ganarte el carné”. Esta frase me persiguió toda la vida y la sufrí. Por desgracia nunca llegué a cumplir esa meta que mi padre había trazado para mí.
Nunca llegué a ser militante ni de la juventud, ni del Partido, no por mis condiciones de revolucionario, ni mucho menos porque no quisiera, sino porque los que decidían eran de la opinión de que yo no reunía los requisitos para que se me distinguiera como tal. Algunos llegaron a catalogarme como un joven con “desviaciones ideológicas”.
Yo no sé ahora, pero en aquella época para recibir el carné de militante uno tenía que ganárselo de verdad. Los que no reuníamos los requisitos para ganárnoslo, éramos mirados en algunas ocasiones como si no fuéramos verdaderos revolucionarios.
Estuve en la escuela de Camilitos de Pinar del Rio donde viví momentos gratos e inolvidables. Me atrevería asegurar que fue la escuela de mi vida. Pero también tuve la oportunidad de conocer a extremistas nobles e innobles, falsos militantes.
Puede ser que para algunos suenen mis palabras un poco duras, pero fue una realidad que nos tocó vivir a algunos. En los Camilitos y después en la universidad me tocó lidiar con algunos de ellos que casualmente ahora no solo viven en el el exilio sino que se pasaron al bando de los enemigos jurados de la Revolución cubana. Ahora están en el otro extremo.
Yo también vivo “afuera” pero para sorpresa de muchos no solo sigo amando a la Revolución, sino que la defiendo donde quiera que me pare. Hace más de un año recibí una carta muy emotiva de un antiguo compañero de estudio de los Camilitos, hoy oficial de las fuerzas armadas. Él me contaba que había leído un artículo mio y se había quedado sorprendido por el contenido. Él no hubiera esperado jamás eso de mí, me dijo sin miramientos, jamás hubiera pensado que yo defendiera a la Revolución de la forma en que lo hago y desde el “afuera”. A mi papá también lo sorprendí, tardó tiempo para comprender a su hijo, pero finalmente no solo logró entenderme, sino que murió lleno de orgullo y convencido de que su hijo Justo siempre estuvo en el camino correcto.
Hace unos días tropecé con un artículo en Internet escrito por un sujeto el cual tuve el “gusto” de conocer durante mis estudios en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de Pinar del Rio. Me refiero al periodista Uberto Mario. Qué sorpresa haber leído el escrito de este señor. Uberto Mario, un enemigo acérrimo de esa Revolución, que él con tanta vehemencia defendía durante su estancia en los Camilitos!
Los de mi generación en esta escuela saben lo que significaba ese nombre en la escuela de Camilitos de Pinar. Uberto Mario era alumno de vanguardia, declamador de altura, vasallo incondicional de los que mandaban. La voz de los discursos y de las arengas a las cosas que se debían y no se debían hacer. Todos estábamos convencido de que un joven como él iba a llegar lejos.
Se hizo periodista y según él llegó a ser oficial de la Seguridad del Estado Cubano cumpliendo misiones de grande responsabilidad en Venezuela. Ahora se ha convertido en un traidor de pacotilla, cuentero por naturaleza que vende su alma al Diablo por un poco de migajas.
De esta especie  han habido muchas a lo largo de más de cinco décadas de Revolución, demagogos de la peor calaña que en la primera oportunidad cambian de bando para hacerle el juego a los enemigos de su propio país, cambiando de color como los camaleones y traicionando a diestra y siniestra y aunque “Roma pague a los traidores y al mismo tiempo  los desprecie”,  de alguna manera le están haciendo un daño tremendo a la Revolución y a los verdaderos revolucionarios cubanos.
Esta es la clase de individuo que nos demuestra una vez más que debemos estar siempre alerta porque “ni están todos los que son, ni son todos los que están”.
Por Justo Cruz

1 comentario:

  1. Bienvenido a la blogosfera cubana!!! Buen artículo. Justo, mi Papá fue también un gran revolucionario, y me enseñó a serlo, pero nunca dejó de escribirse con su mamá que había abandonado el país, razón por la cual no fue considerado merecedor de ingresar al Partido. Ocupó sin embargo un cargo de responsabilidad en el Banco Nacional de Cuba. Allí tenía a una subordinada que era la secretaria del núcleo, una persona muy extremista que siempre lo hostigaba por eso, y que hoy es una conocida "disidente". Su nombre es Marta Beatriz Roque. Mi Papá nunca dejó de ser revolucionario, hasta su muerte, y sus hijos no dejaremos de serlo tampoco.

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